Por Alfredo Oropeza

A vísperas de que el presidente, López Obrador, acuda a Estados Unidos para hablar ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre la desigualdad que causa la corrupción, México fue ubicado entre los cinco países más corruptos del mundo, por el Índice Global de Estado de Derecho 2021, del World Justice Project.

Colocando a nuestro país al mismo nivel de los países africanos más pobres o envueltos en la violencia, México ocupa el lugar 135 de 139, entre las naciones más corruptas del mundo, según WJP.

Lo anterior, a pesar del tan gastado discurso de combate a la corrupción, que es el emblema de la gestión del gobierno de López Obrador. A nivel mundial, nuestro país apenas superó a Uganda, Camerún, Camboya y el Congo; mientras que, en la región de América Latina y el Caribe, México fue el peor evaluado de los 32 países analizados.

El WJP analiza diferentes factores agrupados en ocho indicadores, uno de los cuales es la “Ausencia de Corrupción, en el que México fue el peor estimado, pasando del lugar 117 en 2019, al 121 en 2020, y ahora en este año al 135 de 139 naciones analizadas en el índice.

Este factor toma en cuenta tres formas de corrupción: sobornos, influencias indebidas por intereses públicos o privados, así como la apropiación indebida de fondos públicos u otros recursos, que detalla el informe.

La corrupción está directamente vinculada con la opacidad y la simulación. Y en México, han ido adquiriendo niveles alarmantes, pues la transparencia y la veracidad no han logrado afianzarse en las instituciones del Estado; sino todo lo contrario, este gobierno solapa y otorga inmunidad a los responsables directos de los escándalos de corrupción, como Elba Esther Gordillo o Emilio Lozoya, este último, se placea plácidamente en los mejores restaurantes de las Lomas.

También, destacan las degeneraciones y vicios que propicia la nueva política de concentración de las adquisiciones y contratos del gobierno federal, donde se adjudica de manera directa (sin someter a concurso a los proveedores) sumas millonarias en la compra de bienes, servicios o contratos de obras, en favor de familiares, amigos y contratistas consentidos del presidente y miembros del gabinete federal, además de las fuerzas armadas.

La velocidad con la que México retrocedió, en el índice de transparencia y erradicación de la corrupción, era predecible desde que López Obrador reveló a su equipo de trabajo, de entre ellos destacaban los nombres de los personajes más corruptos, señalados no sólo en México sino internacionalmente, como lo son: Napoleón Gómez Urrutia o Manuel Barttlet.

Mientras tanto, el presidente se ufana de su visita a Nueva York: “El 9 de noviembre iré a Naciones Unidas porque México asumirá la presidencia del Consejo de Seguridad y participaré en una reunión, voy a hablar de lo que considero como el principal problema del mundo, la corrupción que produce desigualdad”, anunció López Obrador en su conferencia mañanera.

Sin duda, está evaluación le pinta otra rayita más al gobierno de 4Ta., que ha hecho de nuestro país el hazmerreír internacional en los temas de relaciones internacionales, migración, combate al crimen organizado, desempeño ante la pandemia de Covid-19 y derechos humanos.

El que López Obrador acuda a “dar cátedra” sobre combate a la corrupción a las Naciones Unidas, es equiparable a que Adolfo Hitler hubiese acudido a dar una conferencia magistral sobre derechos humanos, a la Sociedad de las Naciones.