Por: Alfredo Oropeza

“Tenemos que correr ciertos riesgos como todo en la vida, imagínense si no salimos por el riesgo a que nos pueda pasar algo, pues nos vamos a quedar todo el tiempo ahí, tenemos que enfrentar las adversidades” -López Obrador.

Esta declaración irresponsable, con la que el presidente justificaba su empecinamiento y capricho de declarar el regreso a clases, enmarca la arrogancia en sus decisiones por encima del bienestar y la salud de millones de niños y adolescentes.

Aunque en México el contagio de COVID-19, en menores de edad, ha aumentado en 401% y su variante Delta es más agresiva, López Obrador insiste en aperturar las clases presenciales en las escuelas. Aun cuando estamos padeciendo la tercera ola de contagios, con una nueva cepa más letal que, a diferencia de la anterior, afecta de manera significativa a la población joven e infantil.

Peor aún, es la torpeza con la que está actuando la Secretaría de Educación Pública, ante tan aberrante decisión del presidente, pues a unos días de que inicie de manera presencial el ciclo escolar 2021-2022, para maestros y padres de familia no está claro cuál será la ruta y medidas de seguridad que se tomarán, solo se sabe que están llamados a volver a las escuelas después de más de un año que salieron de los salones, por la pandemia.

El riesgo al que se nos convoca tomar, por parte de López Obrador, es grave e irresponsable, porque busca poner de conejillo de indias a nuestros hijos y poner a prueba su salud e integridad física. Tan sólo, al 8 de agosto la Secretaría de Salud reportó 613 defunciones de niños, niñas y adolescentes y 60,928 contagios entre menores de edad por COVID-19. Esa es la línea de fuego a donde López Obrador pretende enviar a más de 25 millones de estudiantes de primaria, si así lo permiten sus padres.

Adicionalmente, característico de este gobierno de 4Ta., las autoridades de educación desaprovecharon el año transcurrido para prever arreglos y mejoras en las escuelas públicas; sucediendo todo lo contrario, la mayoría de las aulas y espacios escolares se encuentran en estado de abandono, vandalizados y en peores condiciones, a las que tenían antes de la pandemia.

Las instalaciones sanitarias de muchas escuelas están en condiciones deplorables, incluso, no cuentan con agua para garantizar la sanidad de los alumnos.

Para colmo, una vez más el gobierno de López Obrador evade la responsabilidad de garantizar la salud y la integridad de los alumnos, mejorando las condiciones de sanidad y de control de contagios en las escuelas públicas. Como Pilatos, se lava las manos endosándole a los padres de familia toda la carga legal y moral por los posibles riesgos de contagio que sus hijos pudieran sufrir, obligándoles a firmar una “Carta de Responsabilidad”, en la que autorizan que sus hijos asistan en forma presencial a clases.

A pesar de que siete entidades del país se encuentran en semáforo rojo y otras 15 en naranja, el regreso a clases presenciales en México persiste para el próximo lunes 30 de agosto. Como una decisión ciega de López Obrador, para demostrarse a sí mismo y a sus fanáticos que en México se ha alcanzado la normalidad, pese a los rotundos fracasos en las estrategias de salud y reactivación económica.

Queda en la conciencia y el buen juicio de los padres de familia, la alta responsabilidad de frenar esta locura y evidenciar su desacuerdo unánime a las malas decisiones, sino ocurrencias, tomadas por el presidente de la República, quien está decidido en imponer sus ideas personales y sin sustento, por encima de la salud y el bienestar de nuestros hijos.

Al igual que muchos padres de familia, no expondremos a nuestros hijos a una evidente cadena de contagios en la escuela. No enviaremos a nuestros hijos a clases presenciales.
¡Con los niños no se toman riesgos, con nuestros hijos no se experimenta!