Por Alfredo Oropeza

Mientras que, en todo el territorio municipal de Naucalpan –en colonias, pueblos, barrios y fraccionamientos– la delincuencia actúa a sus anchas, la violencia predomina en las calles, la rehabilitación de su infraestructura básica sigue postergada y la autoridad brilla por su ausencia, el gobierno municipal morenista sigue empecinado, sino encaprichado, por concentrar toda su atención, esfuerzos y recursos, en la cabecera municipal.

Tal pareciera que los funcionarios foráneos, provenientes de otros rincones del país y otros municipios del Estado, no conocen más allá de los alrededores del Palacio Municipal. Por ello, la persistencia de creer que la prioridad de todo Naucalpan es San Bartolo.

Durante el período de la pandemia, el gobierno municipal se enfocó en retirar a los ambulantes del Centro, a cerrar a la circulación de vehículos las arterias más transitadas (Gustavo Baz, Av. 16 de Septiembre, Av. Universidad, Av. Juárez, Av. Estacas y Av. Morelos), a concentrar gran número de patrullas y elementos de seguridad municipal en el cerco policiaco permanente y a derrochar recursos públicos (que no tenían presupuestados) en obras no programadas y poco necesarias.

Así durante seis meses, el gobierno morenista se ha dedicado a asfixiar a los comercios establecidos; a agobiar a los vecinos de San Bartolo que lidian todos los días con vialidades cerradas, obstáculos en vía pública, terracería y banquetas levantadas; a enardecer a quienes se dedican al comercio informal, ante la falta de avances para reincorporarse a sus actividades económicas; a fastidiar a miles de ciudadanos que bordean todos los días el centro, para trasladarse de un extremo a otro del municipio; a distraer a cientos de elementos de la policía a fungir de cadeneros, sino de centinelas, que resguardan todos los días el cierre de las vías principales; y a derrochar millones de pesos (que no tienen) en obras que no eran urgentes, ni prioritarias.

Esta situación ha llevado a que el Centro de Naucalpan sea hoy el caos total: con calles y banquetas de terracería, con escombros y cascajo amontonados; con un Parque Revolución derruido y en abandono; con la peregrinación diaria de cientos de personas que caminan hasta dos kilómetros desde un extremo a otro del centro, para transbordar el transporte público; con obras a medias que no tienen para cuando terminar; con una economía local mermada y desahuciada por la indolencia de la autoridad; y ahora, con el regreso del comercio ambulante amparado por la resolución de un juez.

Cerca de 60 vendedores ambulantes regresaron al centro de Naucalpan, gracias a un amparo emitido por un juez, para ocupar con sus puestos las banquetas y el arroyo vehicular, luego de casi medio año del cierre de la cabecera municipal. En tanto, locatarios y vecinos exigen, ante los oídos sordos de la autoridad municipal, la apertura de calles y avenidas.

Mientras muchas comunidades de Naucalpan demandan a gritos, por lo menos, la décima parte de la atención que se le da a la cabecera municipal, para la rehabilitación de sus andadores, escalinatas, banquetas y calles; y para la asignación de más patrullas y elementos de seguridad que hagan sus rondines, para inhibir la inseguridad y la violencia en sus comunidades.

Para estar a tono con las fiestas patrias, tal parece que el gobierno morenista se aventó a la “viva México” la ocurrencia de apostarle todo al Centro de Naucalpan. Pero le está saliendo el tiro por la culata, porque no cuenta con los recursos para realizar las obras iniciadas, ni con la capacidad logística para lidiar con el problema originado por ellos mismos. Y peor, no tienen idea del gran daño que están ocasionando a miles de vecinos que viven o transitan por San Bartolo y a su economía local.

Así, el gobierno municipal ni está quedando bien con San Bartolo, ni está quedando bien con el resto de Naucalpan.