Por Alfredo Oropeza

Un insulto y burla a la inteligencia de los ciudadanos, son las constantes artimañas y engaños que el presidente López Obrador implementa, para distraer a la opinión pública de los asuntos realmente importantes y que nos afectan de manera directa en el día a día, como la crisis económica y la pérdida de empleos, la crisis sanitaria y las muertes por la pandemia o la falta de medicamentos, la inseguridad desbordad y las lamentables cifras récord de asesinatos; así como la incapacidad y la negligencia de este gobierno por resolverlos.

Una patraña monumental de López es la farsa de la Consulta para “enjuiciar” a los expresidentes, o más bien, a los “actores políticos del pasado”, como lo define la pregunta que se aplicará en dicha consulta.

Sabedor de que la aplicación de la justicia no esta sujeta a consultas, sino que es una obligación y facultad del Estado, el presidente tuvo la ocurrencia caprichosa de lanzar la pregunta, esperanzado de que esta pudiera concurrir con el proceso electoral del pasado 6 de junio. Lo anterior, con el fin de sacar raja política a favor de su franquicia partidista: Morena.

Al no lograr su cometido, López ha comenzado a curarse en salud a tal ocurrencia, previendo que esta será un fracaso rotundo, al no poder concurrir con las elecciones anteriores y al depender exclusivamente de la movilización que pudiera realizar su partido. El mismo presidente, ahora en tono “conciliador”, ha insistido en que no votará y en que se debe mirar hacia el futuro y no al pasado.
El 1 de agosto, está programada la consulta popular, para que la ciudadanía vote si está de acuerdo o no, a que se tomen las acciones pertinentes para el esclarecimiento de las decisiones políticas tomadas en el pasado.

El presidente López Obrador ha reiterado en diversas ocasiones, con el fin de justificar el ejercicio, que el objetivo es que la gente decida si los expresidentes de México merecen o no ser llevados a juicio por el “incumplimiento de deberes” durante sus respectivas administraciones.

Pero, para lograr su cometido y que la consulta sea vinculante, se requiere de la participación mínima de un 40% del padrón electoral. Es decir, que acudan a votar por lo menos 37.5 millones de ciudadanos, independientemente de que decidan a favor o en contra, por el Sí o por el No.

Para lograr esa cantidad de personas se requiere más allá de lo que podría movilizar el partido del presidente. Matemáticamente, es prácticamente imposible que Morena, por sí sólo, alcance ese 40% requerido. Al final, como es su costumbre, López y sus partidarios terminarán echándole la culpa al INE y a la “manipulación de los medios de comunicación”.

Lo que no será justificable, será el derroche de los 528 millones de pesos, que representan el costo de la organización y operación de la consulta, en la que el INE instalará 59,000 casillas en todo el país; para lo cual, imprimió 114 millones de boletas. Sin haber recibido un centavo adicional del Estado, para financiar la consulta que pidió el gobierno, ha capricho personal y ocurrente de López Obrador.

Muy probablemente, la gran mayoría que participe en la consulta votará ciega y obedientemente por el sí, ya que se tratará de la fanaticada y los partidarios de López. Pero, lejanamente lograrán la participación mínima requerida, considerando que en las elecciones pasadas Morena alcanzó 16.6 millones de votos, con una participación del 52.7% del listado nominal, lo que significará que la Consulta del presidente será un gran fracaso.

Por tanto, la mejor aportación que podemos dar, esa gran mayoría crítica, pensante e inconforme, con esta tragedia nacional llamada 4T, es no engordarle el caldo a López Obrador y a Morena. Lograr que esa ocurrencia, de aventar a los ciudadanos la papa caliente de consultar si se hace o no justicia, sea el rotundo fracaso que vaticina ser.

No participemos en el circo orquestado por el gobierno de 4Ta., no participemos en la consulta de López obrador.